Sé que la imagen que proyecto es de tranquila, motivadora y relajada. Más no voy a mentirte. Cuando me han servido esas comidas del terror me transformo.
Y ¡Oh no!… dejo huella. No precisamente para bien.
Una de mis motivaciones fundamentales de trabajar en entornos gastronómicos es porque en realidad detesto cuando la comida no cumple la promesa y cuando el servicio es pésimo. Y de ambas cosas ya hemos hablado por estos lares.
En fin. Por ética no te daré demasiadas señas de los lugares donde nos pasaron a mi y a mis amigos estas cosas.
Pero si te puedo dar consejos de ver señales importantes e identificarlas. Y si las detectas a tiempo, sal corriendo sin vergüenza ninguna. Con el corazón te digo que siempre será preferible a vivir una mala experiencia.
Y si eres emprededor gastronómico, pues agarra dato para que no pongas a sufrir a tus clientes. A ellos hay que atenderle siempre como reyes. Y que tu honor siempre quede en alto.
Y sin más preámbulos… leamos. Pon música de susto, porque lo que viene no será fácil de leer.
Contenido del post
Las peores comidas del terror.
Porque a veces lo que molesta no es que ocurran accidentes con lo que te sirven. Es que, cuando reclamas, no hay una respuesta coherente de las personas que te «atienden».
Su cara es de una inmovil expresividad, poniéndote furioso/a según sea el caso. Y las explicaciones, dignas del Premio Oscar de la Academia. Y citamos.
«Es normal que tenga espinas. Es un pasticho de pescado.»
Si, leíste bien. Alguna vez en un elegantísimo restaurante italiano me dijeron esto cuando saqué de mi boca una espina de unos 4 centímetros aproximadamente.
Lo peor es que cuando pasas esos sustos, por bueno que esté el plato, le tomas como idea. ¿Sabes de lo que hablo?
De allí en adelante tuve que literalmente desbaratar todo, en busca de la próxima amenaza para no atragantarme. Fue realmente desagradable.
¿Y de qué sabor será esta empanada?
Bueno, la duda surge porque es común que si la persona que las prepara no las tiene bien clasificadas en el mostrador, puedes tener tus sorpresas. Algunas veces agradable… Otras no tanto.
Para los que no están familiarizados con la comida de mi país Venezuela, nuestra empanada es de masa de maíz precocida, en forma de media luna y va normalmente frita con mucha variedad de rellenos.
Lo que no sabía una amiga mía, especialista en la bella imagen femenina, es que esas variedades «a la fuerza» las iba a conseguir dentro de lo que podría haber sido un relleno más homogéneo.
Como siempre somos de lo más educativos en este blog, aquí te muestro una infografía para describirte la empanada perfecta, esa que todos añoramos no importa si de desayuno, almuerzo o cena.
Lo que describió mi amiga es típico de las cosas que se hacen con sobras. O atropelladamente sin el menor cuidado ni esmero.
Y a mi, en alguna ocasión me tocó probar una con un fruto del mar llamado pepitonas… En España le dicen berberechos.
Más estas tenían un «condimento extra» que yo no pedí: La arena.
Cuando este molusco no es adecuadamente lavado, por encontrarse en el fondo del mar casi siempre tiene ciertos vestigios de arena… Cosa que pasó por alto la persona que preparó el guiso.
Otro amigo, brillante fotógrafo, se comió una de pollo, dulcemente adornada con una pluma.
Tremenda suspicacia para no volver a ese lugar… Pues, ¿No se supone que esos animalitos ya vienen de un matadero donde se encargaron de beneficiarlas, sacrificarlas y limpiarlas apropiadamente?
¡En fin, parece que las historias con las empanadas son realmente interminables!
«Bueno señora, ¡es porque fumigamos!»
Y este es el top ten de las respuestas a las comidas del terror. Y te lo advierto, no es apto para sensibles esta historia…
Cuando una prima mía vio cierto insecto rastrero, sin vida, posado en una salsa para pasta y le reclamó al mesonero eso fue lo que le dijo.
¡En qué grado de infección estaría esa cocina para que sucediese! A ver, yo he trabajado durante años en restaurantes. Y sé, que si el jefe de los cocineros no es disciplinado y no guía a sus asistentes por el buen camino hay cosas realmente graves que pasan con los alimentos.
Más si sucede de manera extrema, lo sensato es fumigar, desinfectar y dejarlo cerrado al público al menos por dos o tres días porque los venenos deben quedarse para hacer efectos.
Pero también lamento decirte que son pocos los que lo hacen. Y en ese caso, ojos que no ven corazón que no siente… Ni estómago tampoco.
Consejos para protegerte de las comidas del terror.
Recuerda que pese a que esto puede sonarte a lugar común, nunca están demás estas recomendaciones… Ni como cliente, ni como el que hace las preparaciones.
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- Sé extremista y serio con el aseo. Es obligatorio que las personas que trabajen con alimentos estén en sitios limpios y busquen ellos mismos reflejar esa impecabilidad. Por eso si tienes la oportunidad de estar en un sitio y puedes fijarte el estado de la cocina y sus cocineros es un indicador importante. La ropa puede estar usada, o salpicada… Más nunca lucir como si no la hubiesen lavado jamás. Esos extremos hay que cuidarlos.
- Busca ir donde te recomienden. O al menos, viejo truco de camionero. Cuando veas un restaurante full pues es un buen indicio. Mira las personas que trabajan allí como te dije, así como también lo que está comiendo el de al lado. A veces las cartas no dicen mayor cosa, pero ver el plato y de la manera en que es servido puede darte indicios de calidad y cantidad importantes.
- Si se te acabó el menú, no improvises demasiado. Porque el cliente lo nota, sobretodo si es uno que va con frecuencia. Puede irse con la idea de que bajaste la calidad, sentirse ofendido y no regresar. En estos casos la sinceridad es muchísimo mejor y explicarte porqué te quedaste corto con la estimación del inventario.
- La tardanza, también es un mal indicador. Y este punto es tan delicado, que voy a desarrollarlo por completo en un post más adelante. Tu compromiso es tener la mejor disposición para llevar las cosas a feliz término de atención… Además ser inolvidable para que esos clientes sean fieles a ti. Es muy desagradable tener hambre y que eso no pueda ser solventado. Si hay tardanza en el servicio, ves que la gente está incómoda e inquieta. El ambiente de la sala es muy pesado. Cuando así lo percibas, huye o ve para un sitio donde la comida esté lista (self-service).
Y hasta aquí mis cuentos de la cripta… Ahora sí espero que te animes a contarme tus experiencias espeluznantes. Yo simplemente te demuestro como no debe ser y qué debes hacer para no tener esas comidas del terror. ¡Feliz día de brujas!
Excelente como siempre Sheila. Y un artículo más que propio del mes del terror jajajaj. Un brazo y sigue así.
¡Gracias mi querido colega! Fue de terror también terminarlo: Lo hice sin electricidad (porque como sabes la luz soy yo). Ja. ja. Pues si. Estuvo, sin duda, de espanto y brinco.
Yo he tenido cuentos de terror con empanadas… En mis tiempos de universitaria estabamos tres amigas y a cada una le dieron del sabor que no pidió de alli salió la pregunta irónica «¿De que tenemos que pedir la empanada para que nos den de queso?» En otra oportunidad, fuimos de paseo familiar a Tucacas y por supuesto nos paramos en El Palito, donde fuimos victima de una empanada rellena con un guiso de cazón «piche» Menos mal que nos dimos cuenta a tiempo porque sino el paseo hubiese sido al hospital más cercano. En estos dos casos mi amor por las empanadas se volvieron historia de desamor.
Uy, que mal. Bueno prima, nada. Tocará sustituir las memorias. Así que te propongo saltemos el charco y ambientada en la serenata que te di tempranito, nos vamos para el terminal de Ferry del Puerto (la Cruz) donde la que elijas será gloriosa. O en su defecto, a la plaza en el Valle del Espíritu Santo y luego de pedirle a mi Virgencita, comernos nuestras empanadas allí y rematamos con un «pocicle» de jobito. ¿Si va?
Excelente post paisana, en esto de la comida no soy experta pero sé que hay muchos cuentos de terror, como cuando el pollo no está bien cocido y sale sangre al picarlo (esto le pasó a mi mamá y gracias a eso más nunca volvió a comer pollo).
Gracias por los tips, sobre todo como cliente. La limpieza es vital sobre todo en esta nueva etapa para todos los negocios.
Muy cierto. Si los traumas (como los de tu mami), son para agarrar palco y más comunes de los que creemos. Claro está, hay gente terca que tropieza mil veces con la misma piedra (como yo, jaja). Y lo que comentas es cierto. Siempre fue delicado comerse cualquier cosa en la calle. Ahora muchísimo más
Bien tétricas estas historias, yo viví 2 muy fuertes con uno de mis pasapalos preferidos, los tequeños, en un evento al que me invitaron y me ofrecieron refrigerio al día siguiente amibiasis, en otra ocasión era una hermosa mosca dentro del queso, (uno sabe lo asqueroso del proceso del queso pero igual se lo come), ambos lugares eran super reconocidos y famosos. Eso sí jamás se me quitó el amor por los tequeños pero si tuve cuidado de no comer más de ahí y tan buenos que le quedan. Creo que eso me dolió más.
Qué terrible. Pero bueno, como sabemos lamentablemente hay gente que no tiene los más mínimos cuidados al hacer las cosas. Yo, desde que hice mi curso de manipulación de alimentos y supe que por un mal manejo puedes perjudicar gravemente a alguien, soy impecable. Y hago lo posible porque mis clientes también lo sean. Gracias por compartirnos esa historia. Espero de luz a otros